Llegendes, Catalogne, 2025
En cada territorio hay relatos que nunca mueren. Se esconden en los pliegues de un traje festivo, entre las páginas de un libro antiguo o en el murmullo de una abuela. Creemos que han sido olvidados, y sin embargo permanecen allí, agazapados bajo la lengua, listos para resurgir con la primera chispa. En Cataluña, este tejido antiguo fue silenciado durante mucho tiempo. Bajo la dictadura franquista, la lengua fue reprimida, las tradiciones amordazadas. Pero tras la muerte de Franco, un imaginario entero volvió a circular. Las figuras míticas del territorio —piratas, brujas, gigantes y bestias fantásticas— recobraron vida en los desfiles y en las escuelas. Este regreso no solo reavivó una memoria cultural: devolvió también una voz a la infancia y a la identidad libre.
​
Ya había llevado a cabo un proyecto en torno a las leyendas en las Islas Feroe, pero fue aquí, en Cataluña, donde sentí la fuerza particular de un contexto histórico aún palpitante. Trabajando con los niños, hablando con las familias, comprendí poco a poco que contar historias aquí no es una simple distracción: es un acto de memoria, de resistencia suave, de reapropiación. Los relatos de antaño volvieron a la vida porque habían sido silenciados, y quizá por eso aún arden en los corazones. Con los niños de la provincia de Tarragona leímos estas leyendas catalanas, a veces conocidas, a veces olvidadas. De ellas surgieron dibujos, formas nuevas. Juntos confeccionamos disfraces, soñamos lugares, escenificamos sus reinterpretaciones.
​
Cada imagen es fruto de esos momentos compartidos: una huella de esta co-creación frágil y a la vez viva. Muy pronto, este proyecto se volvió más grande que yo. Las familias se implicaron, los padres cosieron, propusieron, acompañaron. Los vecinos prestaron lugares, materiales, tiempo.
Cliquez sur l'image pour découvrir la légende qui l'a inspirée
Un impulso solidario se ha formado, como suele ocurrir aquí, en las fiestas tradicionales donde cada asociación se organiza alrededor de una criatura o de una danza. Estas organizaciones catalanas, que reúnen a las generaciones en torno a las bestias de desfile, me han conmovido profundamente. Llevan en sí una cultura de transmisión viva, del colectivo en acción, donde cada niño, abuelo, adolescente tiene un lugar y una voz.
​
A menudo he pensado que las leyendas no están hechas para explicar el mundo, sino para habitarlo de otra manera. Cuando era niña, los cuentos y los relatos fantásticos eran mis refugios. En ellos encontraba claves para atravesar los momentos oscuros, que se transformaban en escapadas silenciosas. Al fotografiar a estos niños, reconocí ese mismo refugio: un espacio donde uno puede modelar la realidad a su manera, aunque sea brevemente, aunque sea jugando. Las leyendas tienen de precioso que nos conectan con lo que Joseph Campbell llamaba los arquetipos universales: ese fondo común de relatos que cada cultura declina a su modo.
​
Aquí, en Cataluña, toman colores precisos, un sabor a fuego de leña, a polvo de pueblo, a fiesta de otoño. Pero hablan, como en todas partes, de miedos antiguos, de metamorfosis y de valentía. A través del objetivo intento captar no solo una sensación a través del prisma de la infancia, sino una memoria que circula. Una memoria que se encarna y se transmite no para fijar el pasado, sino para invitar al imaginario a volver a nuestras vidas. Para que los niños que crecen hoy puedan, a su vez, inventar sus propios caminos en las brumas del mundo.












